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12 julio (1): Contra la psicosis

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 12 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

Cuando di por concluido mi denominado "Diario de la Peste", me propuse no volver a escribir sobre la pandemia del coronavirus; no, al menos, tomándola como asunto único de mis artículos. Propiciaron aquella decisión cierto hartazgo de la monografía y la convicción de que la crisis socioeconómica que se estaba larvando daría mucho juego para mis siguientes reflexiones. Confieso que no ha sido así, que, contra lo que había supuesto, la presión informativa de las novedades en torno a la evolución de la epidemia apenas ha cedido. Ahora las noticias son que, por aquí y por allá, surgen brotes, y no precisamente verdes, que amenazan con materializar la tan temida segunda ola.

Hay algo en todo esto que no va bien, que no responde a la lógica ni se compadece con la secuencia de los acontecimientos. Quiero decir que, supongo nadie lo pondrá en solfa, la presente situación es muchísimo mejor que la que desencadenó el confinamiento. Y, sin embargo, la impresión que transmiten la calle, las medidas profilácticas desplegadas, la actitud de los transeúntes (muchos se apartan ostensiblemente cuando te acercas, aun respetando el distanciamiento aconsejado) y la todavía muy escasa movilidad turística, es justo la opuesta. Es patente que en una buena parte de la población ha calado una mayor conciencia cívica, pero también, un pánico exacerbado, excesivo.

Creo que a esta indeseable deriva de los estados de ánimo han contribuido decisivamente los medios de comunicación. Como las buenas noticias no venden y a otras conviene ponerles sordina, han apostado por el sensacionalismo y el tremendismo en torno al dichoso virus. Ahora mismo, en lugar de comparar las cifras actuales de contagiados o fallecidos con las que protagonizaron los peores momentos (sin duda separadas por un abismo de progreso), ofrecen valores absolutos y transmiten la impresión de que los temporeros y los turistas (siempre la xenofobia haciendo de las suyas), esos irresponsables jóvenes con sus francachelas o, simplemente, aquellos que, observando la norma, por poco tiempo todavía vigente, solo llevan mascarilla en recintos cerrados, nos van a devolver al infierno del rebrote antes de que se disponga de tratamiento o vacuna eficaces.

A este vocerío histérico habrían de sustituirlo la información y la formación más objetivas, soportadas en la ciencia. En primer lugar se ha de explicar al público que, tal vez con la excepción de la viruela, oficialmente erradicada en 1980, todas las demás enfermedades infecciosas están para quedarse, por lo menos durante un tiempo prolongado. Los ciudadanos debemos, por tanto, asumir que tendremos que coexistir con el SARS-CoV-2 (o como quiera que finalmente se llame), que los positivos seguirán goteando sin fecha de extinción. Esto es tan cierto, y tan preocupante, como que convivimos durante siglos con la tuberculosis (pese a que hoy se dispone de vacuna y tratamiento adecuados), causante de un millón y medio de decesos anuales en todo el mundo, con la malaria, que infecta a 200 millones de personas y que provoca 600.000 muertes cada año.... y con muchas otras enfermedades, de origen bacteriano o vírico, tan letales como la que actualmente tanto nos ocupa. Por lo que, así como la prensa no nos da cuenta en tiempo real del número y la localización de los focos de esas otras pandemias (que siempre los hay), ya que con ello en nada contribuye a su mejor control, la vida y milagros del coronavirus deberían abandonar, de una vez, el "prime time".

Matizo que dejar de machacar con visiones apocalípticas o aprender a convivir con esta plaga no significa resignación ante la fatalidad ni inhibición frente a la responsabilidad que a todos nos incumbe. Debido a las buenas actitudes mostradas por la población, sí, pese a la obsesión por las excepciones, y a la enorme capacidad científica que poseemos, no dudo de que la transmisión permanecerá controlada y de que las vacunas y tratamientos efectivos llegarán. Desafortunadamente, también lo hará el siguiente ciclo infeccioso; aunque, esta es la buenísima noticia que parece nadie quiere dar, no nos sorprenderá en precario como el de hace unos meses.

 
 
 

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