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11 junio 2023 (1): “Influencers”

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 11 jun 2023
  • 2 Min. de lectura

Nunca me ha gustado el término “influenciar”, porque puede asimilarse a “manipular” o porque las personas “influyentes” son aquellas  que,  pasándose la equidad por el arco del triunfo, facilitan a los próximos o a ineptos de las clases más pudientes el acceso a privilegios inmerecidos, en detrimento de los más capacitados o de quienes justamente licitaban amparándose en la relación  precio/calidad de su oferta.

Pues bien, ahora se lleva eso de ser “influencer”. De hecho, si nos pasamos por cualquier centro educativo y hacemos una rápida encuesta entre adolescentes, una buena proporción de ellos manifestará que esa profesión, la de hacer que las masas compren algo o adopten determinadas pautas de comportamiento beneficiosas para terceros, es su preferida. Y es que el estereotipo de “influenciador” es la de alguien celebérrimo y que, sin mayor cualificación o mérito, ingresa un pastizal por cada minuto soltando vulgaridades por YouTube o las distintas redes sociales.

Nótese que en estos tiempos de barbarie no lideran la opinión pública célebres filósofos, brillantes literatos, políticos honestos con aptitudes para el liderazgo o carismáticos científicos capaces de persuadir de que su método es el único camino racional a la verdad, gentes todas ellas dotadas para la noble tarea de estimular la reflexión y hacer pedagogía del poder del criterio propio frente a la mentira imperante; no, todo lo contrario, quienes moldean el pensamiento colectivo son tipos empeñados en que elijamos la marca que los soborna o que manifestemos las actitudes que apuntalan el modelo socioeconómico imperante: consumismo vacuo, miedo, individualismo, sumisión y ausencia de espíritu crítico.

Con todo, los más perniciosos “influencers” son aquellos que no se etiquetan como tales, sino que visten la piel de cordero del periodismo supuestamente independiente. A esos paniaguados de la reacción les toca ahora meter horas extraordinarias para persuadirnos de que una caterva de tardofranquistas sin lucidez ni decencia atesoran la quintaesencia de la prudencia.  Y lo harán sin ofrecer nada concreto, solo con la crítica destructiva a todas las medidas adoptadas por la actual administración. Fácilmente los desenmascararéis si reparáis en su discurso apocalíptico, que confunde los derechos del campesinado con la licencia para desecar ilegalmente acuíferos;  el ejercicio de la libertad con el privilegio de vulnerar elementales reglas de conducta social; la libre elección del centro educativo con la apuesta por el elitismo y la desigualdad de oportunidades; la supresión de las listas de espera sanitarias con la privatización de la atención médica; el derecho a la propiedad privada con los alquileres abusivos; la libertad de credo con el catolicismo obligatorio; la progresividad y la rebaja de la presión fiscal, supuestamente injusta, con la exoneración a los más ricos de sus responsabilidades socioeconómicas; el glamour con la más obscena ostentación… Y todo bajo el disfraz de la denuncia y la hipócrita solidaridad con los agraviados, gentes modestas, muy bien elegidas para que el mensaje populista cale entre sus iguales.

Por mi parte opto por quienes me hacen pensar, pero dejando que la opinión me la cree yo solito. Si me he de equivocar, que sea bajo mi exclusiva responsabilidad.

 
 
 

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