10 abril 2022 (2): Los enmascarados de las mascarillas
- Javier Garcia

- 10 abr 2022
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Dentro de solo diez días, dejará de ser obligatorio el uso de las mascarillas en interiores. Su imposición se instituyó hace casi dos años, una parte significativa de nuestras vidas (en mi caso un 3 %, dejo al lector estimar su impacto en los niños) que quedarán para siempre marcadas y condicionadas por una medida que, permitidme ser pertinaz y testarudo, estoy convencido de que los estudios reposados desautorizarán, demostrando finalmente la magnitud de sus contraindicaciones, que superará con creces sus virtudes profilácticas.
Efectivamente, y según mi modesta opinión, ha tenido tal impacto psicológico que, no lo digo yo, lo dicen los medios, habrá que ir generando un estado de opinión favorable a su destierro, toda vez que hay una parte de la población nada desdeñable que se va a sentir desnuda sin el tapabocas. Ayer mismo leía en un periódico digital alguna opinión en el sentido de que gentes diversas seguirán usándola porque "el virus todavía anda por ahí". ¡Toma, y otros miles de patógenos contagiosos más! ¿Quién ha convencido a tantas personas de que esta enfermedad iba a desaparecer completamente?
A este mayor perjuicio se suman bastantes otros nada desdeñables. Supongo, y creo que es certeza, que estos profilácticos habrán empeorado muchas afecciones pulmonares crónicas, que habrán causado un sinnúmero de reacciones alérgicas y erupciones cutáneas, que parece que han retrasado el desarrollo lingüístico de los más pequeños y que, tratándose de billones las mascarillas ya desechadas (sí, y de los nuestros, no de los anglosajones, que son mil veces más pequeños), está por determinar la casi segura gran afección medioambiental que están ocasionando.
Pero, en fin, yo no quería hablar de todo eso. En realidad este artículo pretendía dedicarlo a los enmascarados de antifaz, por eso de su bandolerismo, que se han comprado chalets, coches de alta gama y relojes de extremo lujo a costa de vender, a precios que multiplicaban por números de dos o tres cifras su valoración de mercado, este y otros productos sanitarios a las administraciones. Supongo que ya habréis leído sobre la investigación emprendida por la Fiscalía Anticorrupción, que afecta a una pareja de vástagos de la alta nobleza española y que, como casi siempre, también llueve sobre el mojado entramado de "ese partido del que usted me habla" de Madrid.
Hermanos, primos, amiguetes y otros próximos de azules fluidos corporales parecen contar con la manga ancha de las autoridades de la villa, corte y comunidad para llevarse todas las licitaciones públicas, pese a proponer presupuestos escandalosos y aprovisionar con productos de más que dudosa calidad. Vamos, que se lo llevan bien calentito y sin pegar un palo al agua, que es a lo que están acostumbradas estas gentes de alta cuna, acendrado patriotismo, de bandera presidida por la rapaz y el toro de Osborne, y bajísima condición moral.
Lo peor es que sospecho que lo que está saliendo es solo la punta del iceberg y que, a la miseria y desgracias ocasionadas por el coronavirus, habrá que sumarles un saqueo sistemático de lo público que, por su magnitud, puede alcanzar niveles inusitados; y ya es difícil batir récords en materia de corrupción y cleptomanía en este país (en las últimas horas, se ha sabido que la Fiscalía investiga decenas de otros contratos vinculados a la adquisición de material sanitario por un montante superior a los 2.000 millones de euros).
Eso sí, los mismos que perpetran esas fechorías tienen el cuajo de estar a la vanguardia de los que reclaman una rebaja de los impuestos, no vaya a ser que tengan que pagar un centésimo de lo que les corresponde.

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