10 abril 2022 (1): Carta abierta
- Javier Garcia

- 10 abr 2022
- 3 Min. de lectura
Sr. Presidente:
La guerra es lo peor de lo peor, nunca está justificada y no proporciona soluciones a ningún problema. Por eso, en estos momentos luctuosos por los que está pasando su pueblo, contando sus muertos, contemplando desolado la ruina de sus casas y lamentando el éxodo masivo de los más débiles, quiero hacerle llegar mi afecto solidario para con los que sufren toda esta serie de desgracias derivadas del ataque exterior que están padeciendo. Sentimiento por estos lares ampliamente compartido y que queda sobradamente probado por la masiva movilización de nuestra sociedad ofreciendo alimentos, medicinas, vestidos y una humanitaria acogida a todas aquellas personas que han debido dejar atrás sus hogares destruidos y una forma de vida a la que tomará su tiempo retornar.
Dicho esto, le vengo oyendo todos estos días arengándonos, merced al altavoz privilegiado que le han proporcionado numerosos parlamentos occidentales, sedes de la soberanía popular, para que exponga sus cuitas y sus demandas. Y, bueno, concluyo que usted no quiere eso que a título personal le ofrezco en el párrafo anterior y que, creo, suscribiría una mayoría abrumadora de mis conciudadanos. Mejor dicho, lo acepta, pero no se conforma con solo ello. En esta colisión de intereses y puntos de vista viene a cuento esa historieta que desde hace muchos años circula por ahí para distinguir entre involucrarse y comprometerse. Por si no la conoce, la fábula dice así: la gallina le propone al cerdo montar un "food track" donde el plato estrella sean los huevos con tocino. Naturalmente que el cerdo rechaza la idea porque, según su sabia y castiza respuesta, mientras la gallina se involucra él debe comprometerse, poniendo sus propias lorzas sobre la parrilla. Bueno, pues eso, que usted quiere que nos comprometamos, que además de verter nuestros huevos en su sartén (y no me malinterprete, no pretendo ser soez) algunas tajadas de nuestros solomillos también se churrusquen junto con las de los suyos. Quiero decir que exige una escalada en nuestra confrontación con su enemigo del calibre de, por ejemplo, decretar un área de exclusión aérea sobre el cielo de su país. A nadie se le escapa, y creo que a usted tampoco, que tal decisión de la parte occidental, y otras parecidas a las que viene apelando, nos llevarían a una guerra global donde es más que probable el empleo de armas de destrucción masiva como las nucleares, químicas o biológicas.
Le comprendo, entiendo su inconfesable deseo de que la guerra nos salpique a todos porque su país dejaría de ser el único foco ardiente del conflicto y una eventual victoria militar suya pasaría de ser harto improbable a considerarse más que verosímil. Pero, sinceramente, no cuente conmigo para eso, no quiero que una nueva tragedia se cierna sobre nosotros y deje pequeña a la de Gernika, que tan oportunamente mencionó usted en su intervención ante el Congreso de los Diputados. En primer lugar porque, ya se lo he dicho antes, soy un antibelicista convencido y no concibo extinguir incendios echando gasolina; pero sobre todo porque, Sr. Presidente, la empatía es una magnitud inversamente proporcional a la distancia, se mida esta en kilómetros o en el número y cualidad de los matices culturales que nos distinguen. Y, claro, lamento mucho comunicarle que, por encima de todo, está la preservación de la vida y el bienestar de los míos, de mi familia, de mis amigos, de mis conciudadanos, de todos aquellos con los que participo de un proyecto común de país. Sé que en estos tiempos de cínica corrección mi confesión puede tacharse de amoral y hasta herir la sensibilidad de los oídos más delicados, pero también estoy convencido de que, en lo más profundo de sus corazones, la inmensa mayoría de los seres humanos comparte silenciosamente este punto de vista; nos va en ello la supervivencia.
Por lo demás, deseo a su pueblo el mejor de los futuros, hago votos porque cese la violencia de inmediato y logren una paz perdurable, que vaya más allá de un precario cese de las hostilidades. Mientras eso llega, y aún después, seguro que contarán con nuestra solidaridad.

hay un libro al que tengo ganas de hincarle el diente (ya lo tengo en mi lista de deseos de amazon), The Great Leveler: Violence and the History of Inequality from the Stone Age to the Twenty-First Century; creo que algo dice sobre la utilidad de la violencia para cambiar situaciones injustas y la de los rusos de Ucrania lo era; por otra parte, quien inició y mantiene ese conflicto, larvado desde la desaparición de la URSS pero patente desde hace unos años, es la NATO, bueno el amo, USA; Zelensky no creo que busque más que forrarse y un buen exilio en Italia, por ejemplo, donde ya posee propiedades