1 octubre 2023 (2): El canto del cisne

Se cumplió con el trámite del intento de investidura como presidente del Gobierno de España del señor Núñez Feijóo, con el resultado que la aritmética parlamentaria auguraba. Tanto el líder de los populares como el propio Jefe del Estado deberían explicar por qué y para qué se puso en marcha el pesado aparato parlamentario para este sinsentido. Al fin, solo ha supuesto una maniobra de dilación en el calendario institucional en beneficio de un político que se hallaba en la cuerda floja.

Como no ha habido grandes sorpresas, me apunto primero a los chascarrillos para dejar constancia de la gordofobia de nuestra clase política, ya que las imágenes tomadas en el Congreso de los Diputados dejaron bien patente la obsesión por los kilos de los asesores de los líderes de las grandes formaciones (parece que toman buena nota de cómo Miguel Ángel Rodríguez ha esculpido el nuevo perfil de Díaz Ayuso). Tanto Sánchez como Feijóo han perdido mucho peso en los últimos tiempos y ahora lucen tan enjutos como Yolanda Díaz; solo Abascal apuesta por los musculitos y las chaquetas a la taurina, escasas de talla, y únicamente los líderes nacionalistas exhiben barriguitas más o menos manifiestas.

En lo político hay que destacar que al candidato conservador le han refutado (tan contundentemente que no hubo respuesta de su parte) sus dos principales tesis: la de la conveniencia democrática de dejar gobernar a la lista más votada y esa más nueva de que él podría ser presidente de Gobierno si hubiera transigido con las demandas de los independentistas. La primera la dinamitó brillantemente el ponente socialista, señor Óscar Puente. Por fin un gran orador se sube a la tribuna del hemiciclo para hablar con la corrección de un enorme letrado (cuánto se echaba de menos esa elocuencia venida de otros tiempos), y sin dejar de concertar sus ideas con la misma impecable ortodoxia. El inesperado interlocutor del líder popular, ex alcalde de Valladolid por la gracia del acuerdo suscrito entre el PP y Vox, interpeló al candidato formulándole la pregunta del millón: por qué su derecho a gobernar España era mejor que el suyo a portar la vara de primer edil de la principal capital de Castilla y León. Y ahí se acabó hablar de eso. De la misma manera, naufragó la peregrina apelación del gallego al patriotismo, para descartar un acuerdo con el independentismo que le hubiera otorgado los votos suficientes. Es obvio, y así le afearon la manifiesta falacia, que los apoyos de Vox y los de los nacionalismos periféricos no son sumables, se puede optar por unos u otros, pero nunca conseguir el aplauso de ambos.

Por lo demás, el señor Feijóo confirmó su bajo perfil político, carencia de chispa e incapacidad para la improvisación, al tiempo que se le vio nervioso y resignado al papel de líder opositor; rol que, según sus hagiógrafos, se lo ha ganado merecidamente, asegurándose el apoyo de todas las familias conservadoras. Permítanme sus apologetas discrepar. El actual dirigente popular contará con la lealtad de los suyos mientras exista la mínima posibilidad de que se vaya a unas nuevas elecciones adelantadas y no dé tiempo a reconstruir liderazgos. Si, por el contrario, el señor Sánchez alcanza un acuerdo de gobernabilidad, que vaya más allá de la investidura y se garantice una larga legislatura, el tiempo del señor Núñez se habrá acabado y la "embestidura" habrá sido su canto del cisne, más si se tiene en cuenta que, tras otro larguísimo cuatrienio haciendo de avinagrado Rottenmeier, objetor de cualquier cosa que el Gobierno proponga, saturaría de amargura a la opinión pública al tiempo que frisaría los sesenta y seis años... y estas tierras no son los Estados Unidos de América; aquí la gerontocracia no mola.