1 mayo 2022 (2): La suegra borracha y el pellejo entero

Cuando el mundo se desangra en una guerra de la que lo único cierto que se sabe es que está devastando Ucrania, y mientras los bandos le dan a la de sinhueso mintiendo más que hablando, a Su Santidad el Papa Francisco la única lengua que le preocupa es la de las suegras.

Así parece si nos remitimos a la admonición con la que fustigó a todas las madres políticas que en el mundo son: "a vosotras, suegras, os digo: tened cuidado con vuestras lenguas. Es uno de los pecados de las suegras, la lengua". Cuando leí la noticia creí haberme confundido de página web; tal vez, sin advertirlo, había abierto el último titular de "El Mundo Today" o de algún otro medio satírico; pero no, tras remirarlo en varias ocasiones, me cercioré de que, efectivamente, el Sumo Pontífice había pronunciado esta reprensión pública y solemne nada menos que en la Plaza de San Pedro.

¿Cómo te quedas?, que diría el otro. Me parece señor Bergoglio que se le ha parado el reloj; para empezar, las suegras hace tiempo que cedieron el liderazgo de los más odiados familiares a los cuñados, marra usted el tiro en el género y en el parentesco. En segundo término, no repara en que el oficio de suegra se lo han llevado por delante los últimos cambios sociológicos; verá, la diáspora laboral está alejando a los hijos casaderos de sus progenitores, es hoy raro que puedan residir a una distancia lo suficientemente corta como para poder ejercitar la lengua con la contumacia que Su Santidad supone y, aún cuando se dé la favorable circunstancia de la proximidad, nuestras pobres suegras son hoy, sobre todo, abuelas a jornada completa, con el propósito de que sus hijos, da igual si biológicos, adoptados o políticos, puedan desentenderse de los niños y dedicar todo el día a su trabajo. Y, en tercer lugar y más importante, la murmuración no tiene género ni sexo y, quien más quien menos, todos sucumbimos a ella, tal vez por ese inconfesable placer de desvelar los supuestos vicios del prójimo.

Con todo hay que reconocerle, señor Bergoglio, que a contracorriente de la mayoría de los jefes de estado y demás gentes políticas, prescinde usted de esos nuevos arbitristas que ahora se llaman asesores de imagen, diseñadores de campañas o expertos en marketing político; si los tuviera le hubieran ahorrado este patinazo, pero llenado sus intervenciones de lugares comunes, declaraciones hueras y evasivas de las cuestiones más delicadas. Le concedo que su desliz es más candoroso que doloso, propio de alguien que tal vez haya visto pasar las décadas parcialmente ofuscado por la rejilla del confesionario; salga, vea y constate que ese tiempo de la familia permanente y extensa ya periclitó; ahora, Santidad, vivimos lo que algunos llaman la modernidad líquida, donde nada es para siempre y hasta el amor y el odio son matizables.

Termino consolándole de su traspiés porque quien mucho ha de hablar mucho puede errar, por muy infalible que se declare; y si no, que se lo diga la señora Ministra de Defensa de España, que no sé si es o no suegra, pero que cuando se debatía en el Congreso de los Diputados el espionaje de Pegasus a los independentistas catalanes despachó el asunto con la siguiente pregunta: "¿qué debe hacer un Gobierno cuando se vulnera la Constitución, se declara ilegalmente la independencia o cuando se tienen relaciones con dirigentes de un país que está invadiendo Ucrania?" Creo que bastantes de los asistentes celebraron su desvergonzada y torpe confesión soplando un matasuegras.