1 mayo 2022 (1): Canon único

Confieso que, con más frecuencia de lo permisible para quien se vanagloria de no contribuir a la prosperidad del negocio del fútbol, ojeo los titulares de los diarios deportivos; por cierto, casi nunca dedicados al último partido celebrado sino a propalar rumores acerca de delirantes fichajes. Estos articulillos, no sé si de semanario financiero o literatura fantástica, se adoban con algunos dedicados a las WAGs de las grandes estrellas del firmamento balompédico. ¿Que qué son las WAGs? Pues en inglés las "wifes and girlfriends" de los jugadores.

La siguiente confesión me cuesta aún más que la primera, pero también admito que, en ocasiones (creedme, contadas), he claudicado a la tentación de clicar el último posado de algunas de estas, al parecer famosísimas, partenaires de los astros de la pelota. Lo primero que me sorprende es que la práctica totalidad de ellas tiene la misma profesión: modelo. Así que, queridos amigos, quienes aún evocan el tópico del dúo constituido por el médico y la enfermera o el director y la secretaria, además de machistas, pueden ser automáticamente calificados de puretas alcanforados. Ahora lo que se lleva es "tú a las pasarelas y yo al césped". No negaré la corrección política de estos romances, con o sin compromiso contractual, ya que tienen lugar entre pares; quiero decir que tanto los futboleros como las maniquíes están forrados. Sospecho, sin embargo, que bajo esta leve cobertura de intachable igualdad subyace el ajuntamiento por interés de toda la vida; quiero decir que, de la misma manera que los nobles de antaño apañaban los matrimonios de sus vástagos con alguien de su clase para engorde de sus respectivos patrimonios, estos nuevos tocados por la diosa Fortuna tienen en su relación el mejor estímulo para hacer crecer su caché publicitario, porque ellas se ganan la atención de los hooligans y ellos aumentan sus posibilidades de cerrar algún jugoso contrato para lucir, aunque sea mal, ciertos trajes y promocionar determinadas fragancias con el señuelo de que, quien se las vaporiza sobre la piel, tiene alguna chance de ligar con chicas del jaez de la suya.

Para asombro del desocupado (hay que estarlo, y mucho, para dedicar tiempo a estas frivolidades) el vistazo a estas columnas "deportivas" nos puede deparar otra sorpresa: que estas chicas parecen producidas en serie, como estampadas con la misma prensa y haciendo uso de la misma matriz. Os lo cuento tal cual yo lo veo: rostros alargados, ojos rasgados, afiladas y estrechas mandíbulas (no sé si por la extrema delgadez o la extracción deliberada de sus últimos molares), pechos generosos, hemisféricos y sospechosamente rebeldes a la gravedad, glúteos exuberantes que tampoco se compadecen con las enjutas piernas... Las semejanzas llegan a tanto que muchas coinciden en lucir miradas felinas, estadísticamente escasísimas.

Claro que ellos no les van a la zaga en eso de responder a un único canon preconcebido. Se acabó el tiempo de los hábiles bajitos, ahora todos son altísimos, lucen depilados torsos de culturista, nalgas de velocista y cuellos de halterófilo, se copian el tupé, la cresta o el moñito, exhiben barbas o bigotes de modalidades que se renuevan con la misma frecuencia y simultaneidad que las colecciones de Inditex y decoran sus pieles con más tatuajes que los maoríes de Nueva Zelanda.

Como todos estos famosetes marcan tendencia barrunto que no está lejos el día en que todos luzcamos igualmente uniformes. El gusto dejará de residir en la variedad; más aún, a quienes discrepen del canon establecido, reconocible su insolencia a distancia, se les podría considerar orates o, peor, tan disidentes y peligrosos para el buen orden social como los que objetan el pensamiento único, ese que ya hace tiempo ha llegado.