1 enero 2023 (2): 2023
- Javier Garcia

- 1 ene 2023
- 3 Min. de lectura
Dado que es imposible detenernos en ningún instante del tiempo, ya estamos en 2023. Es el momento de los biógrafos de 2022 y de los augures que nos profetizan cómo va a ser el año que comienza. Así que, como tengo la misma capacidad que cualquiera para equivocarme, me meto al oficio de arúspice vegano y también yo voy a practicar el sedentario ejercicio de mirar entre las entrañas o vislumbrar el porvenir a través de la bola de cristal; total, para cuando se cierre el ejercicio que ahora se inicia, nadie reparará en las tonterías que ahora me dispongo a vomitar.
Obviando el signo apocalíptico de la muerte de Benedicto XVI el día de San Silvestre y, para empezar mi reflexión, diré que este que ahora se inicia no va a ser un año muy festivo. El consumo, lastrado por los efectos de la inflación y, sobre todo, por el encarecimiento del precio del dinero, y frenado por el fin de la euforia post covid, va a dar un paso atrás: menos bares, menos viajes y menos renovación tecnológica van a bajar las revoluciones de esta sociedad acelerada tras el fin de las medidas sanitarias extraordinarias.
En lo político va a ser un año electoral, así que el griterío subirá de decibelios sin que muchos candidatos expliquen qué diablos piensan hacer ante los problemas concretos que todo el mundo conoce y los más experimentamos. Llegados a la encrucijada de los comicios, deberemos optar entre dar a la actual y variopinta mayoría parlamentaria la confianza para consolidar una manera de gobernar del todo distinta a la que ha imperado por varias décadas o, por el contrario, regresar a las recetas liberales en lo económico y gazmoñas en lo moral.
La escena internacional seguirá agitándose por mor del enfrentamiento entre Oriente y Occidente, que se libra militarmente en las estepas y económicamente a lo largo de las arterias que nutren de los más preciados fluidos a industrias y consumidores finales. Sin embargo, algo me dice que la situación actual no es sostenible por mucho tiempo más; así que, tal vez tras algunos meses adicionales de peleas de gallos, algunos terminarán por cerciorarse de que es el tiempo de esconder los espolones y salvaguardar las crestas. Apuesto por el fin del conflicto en Ucrania y cierto retorno a la normalidad del comercio internacional, aunque sobre unas bases que nunca serán las mismas. Rusia se ha despedido, ¿o la hemos despedido?, de Europa definitivamente. El continente pierde, sobre todo porque ahora se halla del todo a merced de la pinza que le practican los gigantes de Oriente y Occidente. Y eso sin que se descubran nuevos motivos para desconfiar de las instituciones comunitarias.
En Euskadi continuamos sin persuadirnos de los enormes cambios globales que el mundo está experimentando, y seguiremos soportando el éxodo de nuestros jóvenes, que tanto nos descapitaliza y envejece, sin siquiera advertir la sangría. Urge cuantificar el fenómeno, pese a su dificultad, dada la circunstancia de que quienes nos abandonan tardan un tiempo en cambiar formalmente de residencia, clarificar las causas de esta migración y empezar a proponer soluciones. Espero que las formaciones políticas asuman de una vez la emergencia demográfica por la que transitamos y acudan a las elecciones de 2024 con programas que acometan la dura tarea de revertir este movimiento poblacional. Sugiero medidas que garanticen el renacimiento industrial, el regreso al empleo digno, y que abolan la precariedad, estimulen el alza de los salarios y revaloricen la cualificación profesional, ahora tan despreciada. Si no, el futuro será de otros, o de los nuestros, pero en otro sitio.

Comentarios