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9 marzo 2025 (1): ¡Es el mercado, ingenuos! ¿Os creíais lo de las discrepancias doctrinales?

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 9 mar
  • 2 Min. de lectura

La primera vez que escribí acerca del affaire de las monjas de Belorado acerté en el diagnóstico (toda la movida aquella respondía a una delicada situación económica), pero erré en mis predicciones de cómo las cismáticas continuarían su, por llamarlo de alguna forma, movimiento, y sobre quién y por qué las estaba asesorando.

Resulta que estas supuestas reaccionarias lo que todo este tiempo han estado buscando es el modo de hacer negocio y, supongo, habrán puesto su caso en las manos de algún hábil consultor (se autocalifique o no de esa guisa).

De momento ya se dedican, no sé si cumpliendo o no la nueva legislación que protege el bienestar animal, a la cría de perros y otras mascotas, y acaban de alquilar un antiguo hotel en el municipio asturiano de Arriondas para abrir un restaurante donde deleitar a los curiosos de su rebeldía (que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, algunos han interpretado como un levantamiento en contra del clero masculino) con las recetas de la tierra y alguna que otra más salida de su propio caletre. Como aderezo de todo el tinglado tenía que venderse algo sobrenatural, o paranormal, que viene a ser lo mismo, así que les ha parecido conveniente que, con toda la maldad que hay en el mundo, al diablo le haya dado por cogerle cariño a su cenobio y se presente, me imagino que, como buen Príapo, con enormes colgajos al aire, ante algunas de las ajadas hermanas o como imagen virtual en el ordenador, así que a las pobrecitas no les ha quedado otra que echar sal al dichoso invento (en este caso concreto sintonizo plenamente con ellas en que se trata de un instrumento del maligno para llevar a la perdición a toda la humanidad) con el fin de ahuyentar al hipertenso rebelde, condenado por considerarse de la misma clase que el altísimo y negarse a la eterna, e imagino que para él muy tediosa, tarea de alabarlo sin descanso ni fin.

Sospecho, y lo lamento por ellas, que sus cuentos chinos (perdón a los asiáticos), digo contemplativos, tienen las patas muy cortas y en no mucho tiempo retornarán al más completo anonimato, solo que sin convento y, con gran probabilidad, también sin criadero de inocentes perritos y restaurante místico.

Deseo fervientemente que todas ellas aún gocen del amor de algún familiar caritativo que las acoja y ayude a rehacer sus inopinadas y procelosas existencias.




 
 
 

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