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8 junio 2025 (2): 2025 es 1984

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 8 jun
  • 2 Min. de lectura

Leo en una edición del periódico El País de esta semana sobre la conversión progresiva de los Estados Unidos en un área de tecnovigilancia masiva. El texto, mejor, lo que he podido leer sin ser suscriptor, explica que se perpetra un escaneo masivo y no autorizado de las redes sociales, se procede al análisis de datos biométricos, de renta, salud o seguridad social, sin el visto bueno de los afectados o, alternativamente, sin razones de peso para sospechar de conductas ilegales; se geolocaliza mediante el móvil o se efectúa el seguimiento de los desplazamientos mediante la lectura de las matrículas de los vehículos, igualmente, sin justificación que lo explique, más allá de la gratuita criminalización por razón de origen, religión o ideología.

Me sorprende que se sorprendan. Es más, creo que tales flagrantes violaciones del derecho a la intimidad y de otros vinculados al libre pensamiento, ocurren en todos los lugares del mundo en que se dispone de medios para infligirlas. Aquí mismo, en la península Ibérica, ya hay evidencias más que sobradas de tales repugnantes medios de control, como lo está siendo la guerra sucia contra determinadas personalidades de la política que han sido víctimas de vigilancia ilegal o, peor, de la confección de falsas pruebas de delitos de distinta naturaleza, fundándose en información a la que nunca se debería haber accedido o dado pábulo sin contar con una orden judicial justificada por indicios sólidos de criminalidad.

Tales hechos alertan de la posibilidad no despreciable de que tanto las distintas administraciones como muchas empresas privadas nos escanean permanentemente con todos los fines, lícitos o ilícitos, que uno pueda imaginarse. Porque se cuenta con la capacidad para hacerlo, y es difícil que unos u otros no quieran sacar partido de tan valioso conocimiento. De hecho, somos los propios ciudadanos quienes proporcionamos voluntariamente buena parte de esos datos en cuestión: cuando colgamos en las redes sociales retazos de nuestra existencia, cuando pagamos con tarjeta, cuando, a cambio de algún misérrimo regalo, ofrecemos datos personales, en principio absolutamente confidenciales, o realizamos variadas operaciones por medios telemáticos digitales.

Así que la Oceanía de Orwell, donde se desenvuelve la trama de la novela 1984, es nuestra sociedad occidental de 2025, hasta coinciden geográficamente, pero la actual cuenta con muchos más medios dedicados a la vigilancia que la vetusta pantalla de la más famosa de las distopías literarias.

 
 
 

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