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7 diciembre 2025 (1): Lo que dice la carretera del mundo de hoy

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • hace 4 días
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: hace 10 horas

Lo primero que observamos cuando circulamos por cualquier vía, y más si se trata de una de las importantes, es la enorme cantidad de camiones que la usan. Algunos se adelantarán a mi comentario advirtiendo de que es esperable, en una economía tan interconectada y movida por una enormidad de transacciones comerciales de todo tipo de mercancías. Sí, pero no; existe un medio de transporte mucho más económico y respetuoso con el medio ambiente que el camión: el tren. Así que la invasión de los camiones, ladrones de espacio, contaminadores impenitentes, generadores de inseguridad y destructores del firme, cuya reparación luego pagamos todos, obedece a la enorme presión ejercida por el lobby transportista sobre las autoridades comunitarias, responsables de la regulación de los grandes movimientos comerciales. También podemos reparar en la igual excesiva presencia de furgonetas sin elementos identificativos o publicitarios pintados sobre sus carrocerías. Quienes tienen explicación para todo me aclararán que los vehículos anónimos lo son por funcionar bajo el régimen de alquiler. Perdonad los doctos en la materia, pero la gran mayoría de los transportes arrendados también lleva información bien visible sobre el propietario, porque así se hace propaganda sin apenas coste. Mi punto de vista es que los tales automóviles no identificados y su elevado número podrían deberse al extraordinario peso que hoy posee la economía informal que, obviamente, no desea ser escudriñada.

La siguiente observación es paradójica, como también alguna de las posteriores, y es que los ayuntamientos de las grandes ciudades están limitando el movimiento de los vehículos calificados como altamente contaminantes por sus cascos urbanos más céntricos. En realidad lo que reprimen es la movilidad de quienes tienen menos recursos, porque los coches afectados por las prohibiciones son los más viejos, aquellos a los que recurren quienes no tienen capacidad económica para cambiarlos por otros nuevos. Y digo esto porque no contamina quien más destartalada tiene la mecánica, sino el que más circula, por mucho que su automóvil sea de los certificados como "limpios".

Otra paradoja fácilmente observable es que hoy, cuando más vehículos se mueven por este mundo y, consiguientemente, más espacio ocupan, mayor es la dimensión media de los fabricados de última hornada (adicionalmente, eso conlleva niveles de polución muy superiores por unidad de distancia recorrida). Lo podéis comprobar en cualquier garaje céntrico: las plazas de aparcamiento se concibieron en otros tiempos, pensando en tamaños medios de los coches mucho menores. De modo que los actuales tienen grandes dificultades para ubicarse en la poca superficie proporcionada, y eso por no hablar de sus pobres ocupantes, que habrán de someterse a severos regímenes alimenticios si quieren salir por las entornadas puertas de sus enormes automóviles, imposibilitadas como están de abrirse ampliamente, porque chocan con el gigante vecino que, junto al suyo propio, achican el espacio.

La enésima contradicción se pone de manifiesto cuando se contrasta la supuesta decisión de las administraciones de limitar el tránsito rodado con que espacios de trabajo, polígonos industriales y hasta instituciones educativas se van ubicando en lugares más y más inaccesibles; por cierto, sin transporte público que traslade hasta ellos a trabajadores, estudiantes y visitantes diversos.

Sigo, en muchas ciudades de pro sus modernísimos ediles disputan por ser los campeones de la peatonalización. No conformes con ello, y de manera simultánea, autorizan masivas obras que limitan el ya escaso espacio para parkings, como si este sobrara en una gran mayoría de poblaciones, donde las construcciones tienen bastantes décadas y carecen de garajes para sus vecinos. A todo esto, por las razones ya explicadas más arriba, tampoco es viable la opción de prescindir del coche propio. Alternativa esta última que también choca con la realidad de una maltrecha economía, precisamente erosionada por la seria crisis en la que se haya sumida la industria de la automoción.

Y termino con las contradicciones: cuando menos servicio podemos esperar de nuestro automóvil privado, por las serias limitaciones a su libre movimiento, es cuando más se cobra el permiso de circulación y más caro resulta adquirir uno nuevo. Los precios de los vehículos de primera mano se han disparado hasta tales niveles que en televisión su publicidad se está viendo superada por la que realizan los vendedores de coches de ocasión.

Como patentizaba aquel viejo adagio que decía que a veces queremos "la suegra borracha y el pellejo entero", en los casos que nos ocupan también habremos de sustituir la "y" por la "o": devolvemos los lugares de trabajo a los centros urbanos o conectamos los polígonos industriales a las poblaciones mediante un gran esfuerzo de transporte público; fabricamos más coches a precios más asequibles o desechamos la cultura del automóvil privado; exigimos el sacrificio de no circular a todos los bolsillos o solo facilitamos la vida a los muy acomodados; limitamos el transporte por carretera o la lucha contra la polución por la combustión de los motores viejos es puro postureo; combinamos la electrificación con la limitación de la potencia de los nuevos vehículos o seguiremos incrementando la emisión de dióxido de carbono; etc., etc.

 
 
 

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