29 septiembre 2024 (1): España y las Américas
- Javier Garcia

- 29 sept 2024
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Actualizado: 29 dic 2024
No se habían extinguido los ecos de la injerencia de nuestro parlamento en los asuntos internos de Venezuela, diciéndoles a los venezolanos quién debía ser su presidente electo, cuando se ha abierto otro conflicto entre la ex metrópoli y la que fuera su colonia más grande y poderosa: Nueva España.
Ha ocurrido con ocasión de la toma de posesión de la presidenta electa de México, señora Sheinbaum, porque se ha negado la invitación a esta ceremonia a Felipe VI, oficialmente por no responder a la carta que le enviara el hasta ahora máximo líder mexicano, López Obrador, para que pidiera disculpas por los desmanes protagonizados por los conquistadores españoles, de los que fueron víctimas los pueblos precolombinos asentados en el que ahora es el enorme estado norte y centroamericano. Como consecuencia de esto, el Gobierno español se ha negado a enviar delegación alguna al evento, oficialmente porque el rey es el Jefe del Estado y, según el protocolo, corresponde a él, y no a ningún otro representante del país, acudir al nombramiento de presidentes de las repúblicas americanas.
Como en el caso venezolano, también en esta ocasión debo repartir culpas entre los que disputan. Veréis, creo que la carta del mandatario mexicano carece de sentido por varias razones: apela a unos hechos que tuvieron lugar hace medio milenio, cuando aquellos pueblos no tenían nada que ver con los que cualquier presidente mexicano o rey español actuales representan, aunque vivan en los mismos espacios y, por supuesto, a los aztecas y españoles de entonces los movían unos principios y una moral en nada equiparables a los que ahora gobiernan las relaciones internacionales; envía el requerimiento una persona que, es evidente, tiene genéticamente más que ver con los invasores europeos que con los pueblos indígenas americanos (tal vez debería ser él quien pidiera perdón a la mayoría de los habitantes de México, que sí es masivamente descendiente de aquella población autóctona) y, finalmente, si bárbaros y asesinos fueron quienes allí llegaron desde este lado del Atlántico, de la misma forma lo eran los mexicas, que tenían sojuzgados a los pueblos vecinos y realizaban macabros sacrificios humanos con los vencidos que atrapaban en sus razias y que, como ellos, también eran los antecesores de muchos mexicanos vivos.
Pero Felipe VI tampoco puede irse de rositas tras este embrollo. Debería de haber contestado educadamente a la polémica misiva. Se ha argumentado que no pudo hacerlo porque su cargo, contrariamente al del presidente de México, no tiene competencias políticas, pero siempre podría haber consensuado la respuesta con el Gobierno. En su carta de réplica podría haber argumentado, con hechos históricos y tono mucho más diplomático que el que yo he usado, por supuesto, lo que digo más arriba, para manifestar la imposibilidad de pedir perdón por algo que, además, no se ha disculpado ninguna gran potencia de ninguna época. Y aquí añado que, que yo sepa, México no ha exigido a su poderoso vecino del norte excusa alguna por todas las tropelías cometidas contra sus nacionales, no hace quinientos años, sino hasta ahora mismo.
En clave positiva, sí creo moralmente obligado el agradecimiento de España y, muy particularmente, de Euskadi, a México, por haber acogido con hospitalidad incomparable a los expatriados y represaliados de la dictadura franquista. Termino deseando a Sheinbaum la mejor de las gestiones y un brillante futuro de progreso para el pueblo mexicano.

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