27 julio 2025 (1): Reflexiones desde el chiringuito
- Javier Garcia

- 27 jul
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 17 sept
El verano es un tiempo de largas conversaciones y veladas aún más prolongadas. Es el caso que, acompañado por otros jubilados como yo y sosteniendo un vaso de refrescante fluido, hemos diseccionado el papelón que tienen por delante las generaciones más jóvenes.
Me decía uno de mis contertulios que, en un barrio no especialmente selecto de Bilbao, unos pisos nuevos de menos de cien metros cuadrados se vendían por una cifra superior a los 500.000 €… sin IVA. Y otro terminaba de cuadrar el círculo informándonos de que el hijo de un amigo, ingeniero que culminó sus estudios con excelentes calificaciones, cobraba 1.500 € netos mensuales.
Inmediatamente hemos reparado en que, ante esos precios y esos salarios, no deben sorprendernos la tardía emancipación y la bajísima natalidad, ni, claro, la migración masiva de profesionales bien formados con destino lugares donde se valoran más sus conocimientos y la casa es más asequible.
El problema no es que todo esté carísimo, ni que los sueldos sean bajos, la maldición es que concurran ambas circunstancias en los mismos tiempo y espacio.
Y eso, queridos economistas, es un fallo del mercado de dimensiones dinosaúricas y lo peor, que los gobiernos, el central y los autonómicos, no están haciendo nada significativo por enmendarlo. Las razones: que muchos de los potenciales votantes son propietarios de inmuebles y temen desairarlos, y que el capitalismo global, y también los empresarios de tres al cuarto, tienen más poder que los ejecutivos políticos y no están dispuestos a renunciar al rentabilísimo esclavismo.
Permitidme que lance un aviso, pergeñado entre cervezas, a estos linces de la ley del embudo: quienes invierten en vivienda creyendo que siempre la venderán más cara muy pronto carecerán de clientes potenciales, siendo víctimas de la estafa piramidal inmobiliaria, y los que se resisten a la justicia retributiva empobrecerán su capital humano hasta límites incompatibles con una mínima productividad.
Y añado: cuando les parezca obvio que deben cambiar de planteamiento será demasiado tarde, porque sus clientes y su mano de obra habrán recalado en otros puertos más amables y mejor protegidos de los embates de la economía. He dicho.

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