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25 febrero 2024 (2): Galicia, siempre Galicia

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 25 feb 2024
  • 2 Min. de lectura

Hace justo una semana se celebraron elecciones autonómicas en el extremo noroccidental de la península con el resultado de siempre. Algunos, no sé por qué, esperaban un cambio en el electorado gallego cuando las circunstancias apuntaban hacia un reforzamiento de la posición conservadora: sigue bajando el peso relativo de la economía industrial en la región, continúa la desploblación, no cesa el envejecimiento del electorado y, para redondear todo eso, los comicios se convocan en medio de la fiesta reaccionaria de las protestas de los grandes agricultores.

En fin que el señor Rueda será presidente de la Xunta para gloria de su antecesor en el cargo, único triunfador evidente de la cita electoral, ya que el PP y Galicia están casados por la iglesia para toda la vida, al parecer sin opción a divorciarse, y lo único que se jugaba aquí era el futuro político del señor Feijóo, al que en Madrid no le va tan bien y sus compañeros de partido le andaban moviendo la silla más de lo que a medio plazo se puede soportar.

Así que estos resultados no son signo de nada, máxime cuando antes de la cita europea de junio serán los ciudadanos vascos los que desfilen en abril por las urnas. Y por aquí los populares sufren por su reiterada estrategia de engordar en otros sitios a costa de ponernos cuernos y añadirnos rabos rojos. Volverán a la casilla de salida, porque además las elecciones al parlamento europeo tienen otro cariz completamente distinto y suscitan muy pocas pasiones entre los votantes (craso error, ya que la vida cotidiana está marcada por las decisiones de Bruselas mucho más que por lo que legislen las cortes españolas o los parlamentos autonómicos).

Y lo dicho es particularmente cierto en un momento en que los organismos comunitarios pretenden que nos gastemos el dinero que no tenemos en rearmarnos y en apoyar el rearme de algunos que ni siquiera pertenecen a la Unión; en detrimento de otras partidas de gasto imprescindibles para la viabilidad del proyecto europeísta (un sector primario sostenible, una producción energética compatible con el detenimiento del calentamiento global y unos recursos para la I+D+i que nos posibiliten mantener nuestra posición frente a los grandes gigantes internacionales). En definitiva, debemos elegir en las urnas entre la transformación del proyecto europeo en una alianza militar o su reorientación hacia la Europa política y social que los progresistas del continente siempre hemos soñado.

En cuanto a lo que vaya a suceder en Euskadi, no albergo demasiadas ilusiones de cambio, ya que pese al ligero descenso en la intención de voto peneuvista su alianza de gobierno con el PSOE garantiza la continuidad del ejecutivo actual y, además, quien hoy concita el voto de izquierdas en nuestro País Vasco es un ente que aún no sabe si es más importante el proyecto nacional o la calidad de vida de los trabajadores; porque supone, sin razón evidente alguna, que la independencia traería de la mano la priorización de lo social en la política.

 
 
 

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