25 febrero 2024 (1): La guerra que estaba perdida desde el principio
- Javier Garcia

- 25 feb 2024
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Si a Rusia y su dirigencia las arma el diablo o las bendice el altísimo es cuestión de alineamiento ideológico, pero la derrota irrevocable de Ucrania en la guerra es un hecho, y deberemos asumir y convivir con ese resultado estando integrados como estamos en el bando perdedor.
Desde el primer minuto de este sangriento enfrentamiento se sabía cuál iba a ser el desenlace de la tragedia, porque con independencia de a quien le correspondía la razón, la potencia militar rusa, a la que en el peor de los escenarios se podría añadir su capacidad nuclear estratégica, y la diferencia entre lo que nos jugábamos nosotros y lo que se jugaban ellos (nada menos que su existencia como estado medianamente independiente) apuntaban hacia un final como el que se está viendo venir: los Estados Unidos ya han hecho su negocio con la venta de armamento e hidrocarburos y, además, se les han abierto otros frentes bélicos más relevantes para su geoestrategia, de modo que ahora racanean en eso de proporcionar armas y otros recursos a Ucrania al tiempo que exigen de Europa un esfuerzo armamentístico colosal para el que no estamos capacitados económicamente y que, además, es desproporcionado en relación a lo que nos jugamos en el este del continente.
Más pronto que tarde habrá en Ucrania, necesitada de la paz más que de territorio, un cambio político que allane el camino a la negociación, que solo puede culminar con la adhesión a la federación rusa de las regiones orientales ucranianas, habitadas mayoritariamente por una ciudadanía de cultura rusa, cuyos derechos fueron liquidados por el golpe de estado naranja del Euromaidán que, no lo olvidemos, depuso a un presidente elegido en las urnas. Este retorno de esa área geográfica a la Madre Rusia garantizará a esta alejar un tanto el frente que la separa de la OTAN, empeñada desde la caída de la Unión Soviética en hacer del gigante oriental un criado del bloque noratlántico; al tiempo que moderará las ínfulas de potencias que caracterizan el discurso belicista actual de los estados nórdicos y bálticos, obligados por la razón de la evidencia a una mejor vecindad con su enorme némesis.
Vamos, que los Estados Unidos deberán esperar a una mejor coyuntura para acabar la tarea de demolición de su viejo enemigo y Europa habrá de entender que tiene dos almas, la occidental y la oriental (una parte de esta ya integrada en la Unión Europea), obligadas a tolerarse y, más aún, exigidas a colaborar para beneficio de toda su ciudadanía.
Todos ganaremos con el fin de la guerra, los primeros los ucranianos, que podrán superar la destrucción y cesar las bajas entre sus jóvenes, los segundos, los rusos, que también evitarán más funerales dolorosísimos y los terceros, el resto de los europeos, que llevamos más de un par de años encogiendo nuestra economía debido al conflicto, al tiempo que prolongamos un nada conveniente enfrentamiento entre el este y el oeste de nuestro pequeño rincón del globo. Los únicos que pierden con la paz son los que ganan con el sufrimiento de los demás.

No soy tan optimista como tú, ojalá los hechos me desmientan