23 febrero 2025 (1): Practicando el 69
- Javier Garcia

- 23 feb
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Actualizado: 11 may
Hoy, Santos Golpistas mártires por la gracia de alguno que aún no ha salido a la luz, cumplo la venerable edad de sesenta y nueve brejes. Puedo bromear en torno a este aniversario tan señalado con la posición erótica donde las cabezas se acercan al sexo o con la contraposición del bien y el mal simbolizado en el yin yang del taoísmo, pero me apetece más hacer un repaso de cómo ha cambiado el mundo en estos casi setenta años de historia.
Cuando nací la España franquista recién recuperaba el producto interior bruto de pre guerra y Europa adoptaba una extraordinaria velocidad en su desarrollo, movido por la reconstrucción tras el conflicto mundial y estimulado por la necesidad de contrastar el modelo occidental con el colectivista soviético.
Después de un tiempo breve de aparente feliz crecimiento, en el que se extendió el acceso de la clase trabajadora a la enseñanza superior y funcionó en moderada medida el ascensor social, se abrió paso el neoliberalismo, que fue retornando espacio para los poderosos y reduciendo el limitado sitio que se habían hecho los procedentes de las clases más modestas.
Total, que en el mundo desarrollado de hoy están amenazados todos los grandes logros sociales del siglo pasado: el salario digno, las vacaciones, el ejercicio real del derecho a la vivienda, la educación abierta a toda la ciudadanía en cualquiera de sus niveles, la sanidad universal y hasta la democracia liberal misma, limitada hoy a echar una papeleta en una urna cada cierto tiempo, para elegir entre alternativas que no cuestionan el sistema ni, mucho menos, el lucro como único motor económico.
Mientras tanto nos entretienen con lo malos que son los políticos ultraconservadores, obviando que su praxis es muy parecida a la de quienes presumían de moderados. Lo único que los diferencia es que ya no hay que usar careta para ser un desalmado. Lo de desechar gente modesta cuando ya no sirve no está mal visto; los medios, todos, incluyendo la red que, como los demás, proclama las "verdades" de quien puede pagárselas, llevan años, décadas, martilleando eso de "es la economía imbécil", y nos lo hemos tragado como un axioma de las ciencias sociales, sin posibilidad de discusión. Así que no es extraño que hasta la izquierda repita los eslóganes de la productividad, competitividad y demás zarandajas argumentales de los especuladores, supuestamente académicas.
Voy concluyendo: en mi corta existencia hemos pasado de la esperanza de construir un mundo mejor a sospechar que el que hay no tiene remedio y, claro, casi agradecemos cuándo nacimos, pese a ser hace mucho y quedarnos poco, porque los que vienen detrás...

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