21 abril 2024 (2): Las islas (no tan) afortunadas
- Javier Garcia

- 21 abr 2024
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Actualizado: 3 jun 2024
En el día de ayer tuvieron lugar en las Canarias numerosas manifestaciones de protesta contra el modelo turístico que sufren. Así las cosas, reclaman una moratoria al desmadre lúdico que se perpetra en su tierra en nombre de una actividad económica que ha sobrepasado todo lo razonable. Exigen, igualmente, la regulación del mercado inmobiliario que posibilite a los autóctonos ejercer su derecho a una vivienda digna y la implantación de una ecotasa que, por un lado, limite las estancias por la vía del coste y, por otro, financie la lucha contra el deterioro del medio causado por la excesiva presión de los visitantes.
No son, sin embargo, las Canarias las única sufridoras del turismo desmadrado; muchas ciudades con rico patrimonio histórico-artístico se están convirtiendo en parques de atracciones temáticos, mientras que otros destinos de sol y playa también están llegando a niveles de saturación intolerables, tanto para los locales como para los forasteros.
Y esto sucede por dos causas coadyuvantes, el negocio creado alrededor del goce del tiempo libre que, como cualquier otro en el sistema capitalista, no conoce el autocontrol, y la necesidad del sistema de ofrecer salidas psicológicas a una mayoría social que vive sometida a una durísima experiencia laboral, pésimamente retribuida y que, contrariamente a lo que sucedía hasta hace un par de décadas, ni siquiera ofrece una mínima seguridad de que en el futuro se siga percibiendo el mísero salario que hoy se cobra.
El turismo se une pues a la bebida y el consumo de otros psicotrópicos en el sostenimiento de una sociedad en la que la felicidad brilla por su ausencia y, consecuentemente, ha de ser sustituida por malos sucedáneos. Las clases bajas viajan mucho por eso y porque, teniendo imposible un proyecto vital pleno (es decir, disponer sin apuros de casa propia o alquilada a precios razonables y fundar una familia, del tipo que sea, sin que la razón económica lo coarte hasta el limite de impedirlo) optan por vivir al día y dedicar al ocio todo lo poco que ganan.
Lo malo de todo esto es que la solución a los problemas de los perjudicados por la excesiva movilidad pasa por la supresión de una de las pocas válvulas de escape que les quedaban a los asalariados de tres al cuarto y por la pérdida del puesto de trabajo de millones y millones de camareros.
Esto me recuerda otro bucle conexo en el que también nos hallamos atrapados: el del coche particular que, con el pretexto de su electrificación por razones medioambientales, se ha transformado en bien inalcanzable para muchos. La contrapartida es la pérdida de millones de puestos de trabajo en las fábricas de piezas y las plantas montadoras y la dilatación indefinida del uso de viejos vehículos, dado que siguen siendo imprescindibles para el transporte de los trabajadores a sus fábricas.
Estamos en una común nave espacial que es la Tierra, y los poderosos de este mundo han de persuadirse de que, sin arbitrar soluciones holísticas que beneficien a todos, tampoco ellos se salvan.

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