18 agosto 2024 (1): La virgen de la cosecha
- Javier Garcia

- 18 ago 2024
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La fiesta de la siega, en cristiano la ascensión de la virgen, se pierde en la noche del neolítico, pero sigue estando de rabiosa actualidad porque estos días, junto los que festejan el solsticio de invierno, ahora conocido como la navidad, son los más celebrados del año. Después de este puente se inicia una cuesta abajo del verano notoria, las ocupaciones hosteleras descienden y los veraneantes retornan gradualmente al duro banco del trabajo cotidiano.
Para un jubilado como yo son otras fechas más del calendario, sin más especial significación que la que tienen el acortamiento de la luz diurna y el fresquillo de las madrugadas. Bueno, del lado positivo también la ya inminente vendimia, tras la que ya será posible aventurar algunas de las características de los maravillosos caldos anuales que resultan de la acción cuasimilagrosa del fermento saccharomyces cerevisae sobre los azúcares de la uva en su sazón.
Otra vez con los hijos alejados y los achaques de la vejez llamando a la puerta seguiré viendo pasar el tiempo. El planeta no mejora y las circunstancias que configuran mi micromundo particular tampoco; como la inmensa mayoría de los humanos que han sido, son y serán, habré de seguir soportando las preocupaciones, los sinsabores y, ojalá no en muchas ocasiones, los disgustos de envergadura.
Hace pocos años me sostenía el entusiasmo de la observación, pero ahora dudo de su capacidad para estimularme en grado suficiente, las noticias son siempre de desastres naturales (ahora mismo, los terribles incendios en la castigada Grecia), guerras, matanzas indiscriminadas, padecimientos, accidentes terribles y penurias sin límite. Los deportes los sigo con mayor espíritu crítico que antaño y descubro lo que ya debería saber desde hace lustros: que sus competiciones están mancilladas por el sucio dinero; hasta los Juegos Olímpicos, que durante décadas me hacían sentir el confort de lo justo, están hoy tan mercantilizados que durante ellos se suceden los acontecimientos extraños, las actuaciones parciales de los jueces y las evidencias de que no todos disputan las medallas en igualdad de condiciones.
Me acerco pues a lo preotoñal, otra vez, y van sesenta y nueve. En el pasado eso significaba que tenía más próximo el nuevo curso o el retorno a las preocupaciones laborales, ahora, insisto, este tránsito no tiene más trascendencia que seguir, no se sabe muy bien hacia dónde y para qué. Bueno sí, continúa motivándome el amor; vivo para los que quiero y me quieren, y eso es lo que queda tras tanto porfiar por no se sabe qué.

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