15 junio 2025 (1): Síntoma
- Javier Garcia
- hace 4 días
- 2 Min. de lectura
Nuestros periódicos digitales, que no dejan leer ni una sola noticia completa si no pagas, sí que aparecen llenos de reclamos para que derives tu navegación hacia las procelosas aguas de la publicidad y la captación de información personal. Es el caso de unos supuestos tests de inteligencia que te azuzan a cumplimentarlos estimulando tu soberbia, al asegurarte que, si eres capaz de responder adecuadamente a un determinado número de cuestiones, disfrutas de un coeficiente intelectual de superdotado.
Bien, pues es el caso que la ilustración que atrae el primer clic es la cara de... ¡Elon Musk!
Por supuesto que no dudo de que el tal mil millonario tiene una cabeza bien amueblada, pero tomarlo como paradigma de la inteligencia suprema indica la clase de mundo en el que vivimos: los vendedores que han ideado el anuncio no han escogido a ningún Nobel, ni a ninguno de los hombres y mujeres que han llevado el conocimiento y la razón hasta los excelsos niveles que, como civilización, hemos alcanzado; han elegido al símbolo que hoy mejor representa al empresario de éxito.
O sea, que en esta sociedad de mierda en la que sobrevivimos lo más admirable que un humano puede protagonizar es una carrera triunfal como inversor. Más aún, según esta impuesta interpretación de lo que es la intelectualidad, los más inteligentes no son los que bucean entre las complejas ecuaciones que gobiernan el todo material, ni quienes desbrozan el camino para terminar de entender qué es la vida y cómo aparece, ni aquellos que encuentran fórmulas de tratamiento para las enfermedades más penosas, ni los valientes que pelean, con la razón como única arma, contra la exclusión y la injusticia, sino los listos que saben cómo acumular incuantificables montones de dinero en sus cuentas, fueran cuales fuesen sus procedimientos para llegar al pináculo de la riqueza.
La cosa tiene su fondo, porque tal interpretación de lo que es una empresario triunfante, un genio, apuntala los fundamentos de una meritocracia falsaria que contemporiza con las injusticias sociales y legitima la acumulación desmesurada de riquezas de unos pocos y la miseria de la mayoría.
En fin, que como continúe la deriva, dentro de algunos años más el reclamo para realizar el test mencionado va a ser la cara de Donald Trump, o la de Isabel Díaz Ayuso, al tiempo.
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