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14 abril 2024 (1): Pobre Europa

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 13 abr 2024
  • 2 Min. de lectura

Este maldito sistema nació en Europa, pero como además de asqueroso es un mal hijo ha decidido relegar a su madre geopolítica a la condición de jaleadora senior de sus disparates. Por estas longitudes ya no se decide nada, solo se reciben órdenes. Y como el propio imperio también está gagá, nos ha pedido que le pasemos la poca vitamina K que nos resta para rejuvenecerse él a nuestra costa y que nos gastemos lo poco que tenemos en comprarle sus armas (la única producción en la que continúa siendo líder mundial).

Para ello, se ha elevado el conflicto local de Ucrania a la categoría de amenaza global y, por si eso fuera insuficiente, se han soplado los rescoldos del inacabable conflicto palestino-israelí, a ver si, como a los rusos, nos cae algún otro "premio" del Estado Islámico o se desata una respuesta iraní a las agresiones judías que nos afecte directamente (ya ha comenzado hace unas horas) y, de ese modo, se desvanezcan nuestros últimos melindres pacifistas y le demos aire a la potencia moribunda a costa, claro, de cortar el flujo de oxígeno a nuestra propia mascarilla.

Lo tenemos muy chungo porque la gran mayoría de la clase política europea está vendida al dólar y, en vez de trabajar para su ciudadanía, apuntala el edificio del sistema que lleva tiempo amenazando ruina. La Unión Europea no ha servido para generar un espacio común para las personas y sus derechos y, lo que es peor, ha pasado de limitarse a dar cobertura al tránsito caótico de mercancías a ser una insignificante prolongación política de una alianza militar.

Al mando de esta nave que zozobra están los de siempre: la metrópoli que decidió irse del club, ahora colonia de su ex colonia, y el imperio centroeuropeo que iba a durar mil años que, en realidad, siempre ha servido, bajo aquellas ínfulas de dominio racial o con el disfraz de locomotora industrial del continente después, para ahogar cualquier intento de la Europa periférica de alcanzar elevadas cotas de bienestar y estabilidad socioeconómica.

Así las cosas, en este extremo del mundo antiguo que habito nos han confirmado nuestro destino de camareros, al tiempo que asumimos la más reciente responsabilidad de acoger a toda la mano de obra extracomunitaria que, pese a que se la trajo para silenciar las demandas de la clase trabajadora local, no sirve, por exceso de número y escasa cualificación, a los intereses de las potencias, saturados como están los ghettos franceses, belgas y holandeses, en los que se hacinan las segundas y terceras generaciones de migrantes procedentes del norte de África que, tras bastantes décadas de su llegada, siguen a años luz de disfrutar de las condiciones de vida que perseguían cuando decidieron hacerse europeos.

Y lo peor es que no vislumbro salida alguna. Es altamente probable que las próximas elecciones europeas confirmen en el poder a los esbirros del sistema, que darán otro par de vueltas a la tuerca de la precarización de la vida de los de abajo con el propósito de alargar la agonía del imperio sin preocuparse de que quien así realmente perece es la civilización entera.


 
 
 

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