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11 febrero 2024 (2): La reacción del campo

  • Foto del escritor: Javier Garcia
    Javier Garcia
  • 11 feb 2024
  • 3 Min. de lectura

Las tractoradas han tomado, y paralizado, Europa merced a una sorprendente tolerancia de las fuerzas de orden público que, por mucho menos, disuelven a los trabajadores industriales levantiscos a manguerazos, porrazos, pelotazos y todos los demás "azos" que hagan falta.

A esa flagrante impunidad con la que los manifestantes han colapsado el latir cotidiano de muchas urbes han contribuido la actitud pusilánime y timorata de los gobiernos de izquierdas, temerosos de un eventual impacto negativo en sus expectativas de voto de cualquier medida tímidamente represiva, y el apoyo incondicional de la extrema derecha. De modo que casi nadie ha osado objetar la oportunidad y el método de estas protestas desde el ámbito político, y otro tanto se puede decir de los respectivos medios afines. Así que, de nuevo haciendo uso de la libertad que me confiere mi condición, rectifico a tanto colaboracionista o medroso y tacho estas movilizaciones de reaccionarias.

Y lo son por muchísimas razones. La primera, y más obvia, el carácter rechazable o inviable de la mayoría de sus reivindicaciones. Piden, entre otras cosas, que nos olvidemos por completo de atender las apremiantes demandas del medio ambiente y el cambio climático, porque solicitan ser libres de recurrir al agua disponible, sin consideración alguna a la preservación de acuíferos y humedales, porque exigen cambios radicales en la Ley de Bienestar Animal, si no su derogación, obviamente en detrimento de sus inocentes beneficiarios, y solicitan se vuelva a permitir la caza de especies amenazadas, y porque ya han conseguido de la Unión Europea que desista de reducir en un 50 % el uso de los pesticidas para 2030, anteponiendo su economía a la salud pública.

Y sigo sosteniendo que es la reacción quien dirige este movimiento porque lo protagoniza la gran patronal, en modo alguno los pequeños productores y menos aún los jornaleros, porque se quejan de la carga impositiva que sufren, cuando las cifras son elocuentes y demuestran, sin género de dudas, que contribuyen en menor medida que la industria al erario público, porque demandan menos burocracia (léase, los debidos controles destinados a garantizar el buen uso de las ayudas) para la percepción de las ingentes subvenciones de la UE al agro (unos 60.000 millones de euros anuales, alrededor del 30 % del presupuesto comunitario) y porque solicitan denunciar un buen número de tratados comerciales entre Europa y otros estados no comunitarios con el fin de que no encontremos en nuestros mercados más productos que los de ellos, más caros, sin importarles un pimiento las medidas de respuesta que las contrapartes podrían adoptar, perjudicando a muchos otros sectores de actividad, por ejemplo, el pesquero. Termino mi alegato recordando que es precisamente en el mundo rural donde, indefectiblemente y elección tras elección, gana la derecha y la ultraderecha, al tiempo que este tipo de movimientos suelen ser mucho más virulentos y frecuentes contra los gobiernos que dirigen los progresistas (en España se da la paradoja de que los conservadores y ultras gestionan la práctica totalidad de las consejerías autonómicas responsables de las políticas agrarias y ganaderas, pero sus altos cargos echan balones fuera, se adhieren a las demandas y culpan al gobierno central y a la Comisión Europea de todos los males que afligen al agro).

Dicho lo dicho, el campo también tiene razones legítimas para la protesta: el rentismo descarado, del que solo se benefician los grandes terratenientes, que siguen percibiendo las subvenciones comunitarias aun cuando tengan sus terrenos en barbecho o destinados a otras actividades económicas (como las denominadas "huertas" solares), la concentración del lucro entre los intermediarios y distribuidores y el reparto de las cuotas, que es más que discutible. Y ahí sí que cabría la acción institucional, siempre priorizando las necesidades y demandas de los pequeños productores y fiscalizando responsablemente la producción "industrial" de los alimentos, que está detrás de muchos de los problemas medioambientales y de salud que padecemos.

 
 
 

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1 comentario


Luis Fernandez Ovalle
11 feb 2024

Suscribo hasta las comas, que bien lo has explicado. Lo peor es que han conseguido seguir envenenándonos

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